La defensa de la vida a raja tablas, atendiendo a dogmas
religiosos será siempre tema de discusión, debido a la visión que las iglesias
y los líderes religiosos tienen del don de concebir la vida.
Pero resulta que la vida, debe ser defendida no importa que
usted sea creyente o no. La defensa de
la vida humana no admite vacilaciones. Cuando la violamos en cualquiera de sus
manifestaciones se provoca impactos negativos en los seres humanos.
Urge, por tanto,
colocar al ser humano como el centro de nuestras relaciones cotidianas,
asumiendo comportamientos íntegros para la defensa de ese valor que llamamos
vida, invitándonos a asumir compromisos en determinados momentos y
circunstancias que debe ser el resultado de la coherencia en acción y
pensamiento.
La defensa a la vida
debe ser radical, sin atender presiones religiosas, cuya actitud es la que
deben asumir nuestros legisladores y legisladores cuando les toque decidir
sobre el tema de la penalización del aborto que buscan sectores conservadores.
Según las estadísticas
mundiales cada año se realizan 50 millones de abortos en el globo, una cifra
que supera la población de muchos países. Las mujeres adineradas se hacen los
abortos en clínicas especializadas, las criollas se van fuera de lar
quisqueyano.
Pero las
“desarropadas”, las “hijas de machepa”, deben recurrir a la ilegalidad para
decidir cuando sus vidas corren algún tipo de peligro, cuando el feto tiene
malformaciones congénitas o cuando el embarazo ha sido fruto de una violación,
las tres causales observadas por el presidente Danilo Medina, que debe ser
apoyada por nuestros y nuestras congresistas. Deben acogerlas para defender a
ese ser especial que da vida, que “defendiéndola” privamos a ellas de sus
vidas.
La valiente, correcta
y firme decisión de Medina, que no pensó en el coste político, le ha granjeado
ácidas críticas de poderes faticos, que usan su autoridad informal y su
capacidad de presión para influir políticamente sobre un tema que debe
decidirse fuera de las iglesias. El mandatario evitó que formemos parte del
pequeño círculo de países cuyas legislaciones penalizan el aborto.
Los que prohíben la
interrupción del embarazo bajo cualquier circunstancia y lo tipifican con penas
de cárcel para toda mujer y persona que lo realice, intente realizar o facilite
su realización son pocos: Chile, Ciudad del Vaticano, San Salvador, El
Salvador, Malta, Nicaragua y Honduras.
De ahí que nuestros
legisladores, elegidos por el soberano: el pueblo, que en su mayoría
constituyen las mujeres, deben hacer uso de ese poder otorgado para que
contribuyan en la defensa y en el respeto a ese ser maravilloso hecha mujer, a
las que se les pretende negar el derecho a decidir en su don especial de parir
vidas, cuando las suyas están en peligro de muerte negárselo.
Señores legisladores y
legisladoras, démosles a ellas el derecho que en el momento del parto decidan,
de estar presente algunas de las citadas causales. Muy bien lo define la
revistad “Despertad”, en su edición número 1, correspondiente al presente año
2017, “en muchos países desarrollados, gracias a los avances médicos, esto
sucede contadas ocasiones”, pero acá aún estamos en pañales.
¡Defendamos la vida de
la mujer!
El autor es
periodista, secretario Gral. del CDP, filial Barahona