Todo oscureció. El cielo se llenó de bandadas de mariposas de colores, tantas que techaron de sombras el firmamento.
El ennegrecimiento de la tierra hizo aterrorizar a los dioses palaciegos. Pareciese que un silencio eterno arropó la nación.
Salieron corriendo pasillo arriba, pasillo a bajo, por todas las escaleras, muchos pensando en el conjuro que durante más de diez décadas había amenazado la casa del poder.
Pero era extraño, no habían disparos, ni guardias sublevados, no se escuchan sirenas, pero aún así el miedo era pavoroso, de alguna oficinas salían gemidos y sollozos; alguien dijo con voz temblorosa caiga quien caiga que la silla no sufra daños.
Alguien atinó a mirar por la venta, son mucha gente, fue todo lo que dijo, a su espalda otro murmuro va hacer difícil escapar vivos, el primero temblaba en aquel cuarto encortinado a la europea, temblaba y no era por el frío del aire acondicionado, pues copiosamente sudaba entre murmuraciones de soliloquio “yo nunca di orden de matar a nadie”, tampoco robé como los demás que han pasado, se asomó a la ventana y desde la multitud enardecida una voz potente y tan vigorosa que llenó el cielo por encima de los millares de cabezas concentradas “basta ya, más de 100 años de injusticias social acumulada”.
El primero desvaneció y solo recuerda que bandadas de mariposas se vinieron sobre él oscureciéndole la mirada que desapareció aún estando sujetado a la venta. Sus manos no temblaban.
En su interior, una voz insistentemente repetía “no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista, no hay mal que dure cien años, no hay mal…..
Por: Luesmil Castor Paniagua..-