INTERNACIONALES: Los hay en el centro de las
ciudades y en zonas comerciales de los suburbios. Los burdeles que se hacen
pasar por salones de masajes son parte del paisaje urbano de Estados Unidos
desde hace décadas, escondidos a plena luz del día.
Una redada policial en la que fue
detenido el millonario Robert Kraft, propietario de los Patriotas de Nueva
Inglaterra, flamantes campeones de fútbol americano, puso sobre el tapete de
nuevo el tema del tráfico humano y de los abusos que tienen lugar detrás de los
vidrios oscuros de muchos de esos locales... y de lo difícil que es combatir
esa actividad ilegal.
La policía y los fiscales están
apelando a una serie de recursos, incluidas investigaciones a fondo de las
bandas detrás de estos negocios, la clausura de portales con comentarios de los
clientes sobre los servicios sexuales recibidos y la estricta aplicación de las
leyes que rigen la industria de los masajes, según activistas que combaten el
tráfico humano.
“Estamos frente a una industria
que mueve miles de millones de dólares, muy estratégica, que sabe cómo mantener
los negocios funcionando”, dijo Stephanie Clark, directora ejecutiva de Amirah,
una organización sin fines de lucro que ofrece refugio a mujeres que le escapan
al tráfico sexual en Massachusetts, donde están proliferando los burdeles que
se hacen pasar por salones de masajes. “Siempre están diez pasos adelante”.
Se calcula que hay unos 9.000
locales de masajes ilegales que operan en más de 1.000 ciudades del país y
generan 3.000 millones de dólares, según el Proyecto Polaris, una entidad sin
fines de lucro que tiene una línea telefónica especial que ofrece ayuda a las
víctimas del tráfico humano.
La mayoría de las prostitutas son
chinas y sudcoreanas de van desde treintañeras hasta cincuentonas y que
entraron al país ilegalmente, están muy endeudadas y se dejan llevar por una
combinación de mentiras, amenazas y otras formas de coerción, según la
agrupación.
El “massage parlor” de Jupiter,
Florida, donde se filmó a Kraft, un millonario de 77 años, teniendo relaciones
sexuales es típico: El “Orchids of Asia Day Spa” se encuentra en un pequeño
centro comercial suburbano, en una comunidad costera de gente rica, emplea
mayormente a inmigrantes chinas y es parte de una cadena de al menos otros ocho
locales similares entre Palm Beach y Orlando, en la Florida.
Las autoridades dicen que las
mujeres atienden a un promedio de 1.500 clientes por año, no tienen días de
descanso y no se les permite salir del negocio, donde muchas de ellas viven. El
procurador estatal de Palm Beach Dave Aronberg dijo que impera un régimen de
“esclavitud moderna”.
Once presuntos propietarios y
gerentes han sido acusados de distintos cargos relacionados con la
prostitución. Uno de ellos, Lan Yun Ma, de Orlando, fue acusado asimismo de
tráfico humano. Y cientos de clientes, incluidos Kraft, fueron acusados de
solicitar los servicios de prostitutas.
“Clausurar un local a la vez no
basta”, sostuvo Bradley Myles, director ejecutivo de Polaris. “Hay que
investigar en varios estados a la vez, seguir el dinero y combatir a estas
bandas del crimen organizado”.
Las autoridades de los estados de
California, Minnesota, Utah y Washington también están armando casos grandes,
según Myles.
En un caso reciente, una mujer de
38 años fue acusada de dirigir una lucrativa operación de tráfico humano y
lavado de dinero a partir de seis salones de masajes asiáticos en suburbios de
Boston.
Los fiscales dicen que Xiu J.
Chen reclutaba mujeres asiáticas de Nueva York y arreglaba citas, transporte y
alojamiento. Generalmente las trabajadoras sexuales dormían en colchones en el
piso. Chen fue condenada a cinco años de cárcel en diciembre.
Chris Muller, de Restore NYC, una
organización neoyorquina que asiste a víctimas extranjeras del tráfico sexual,
dice que las autoridades están conectando a estas mujeres con agrupaciones que
las ayudan a salirse de ese negocio y a regularizar su status inmigratorio,
cortando su dependencia de los traficantes, que a menudo retienen sus
pasaportes y otros documentos.
En varios estados hay campañas a
favor de la legalización de las trabajadoras sexuales.
Estados como Carolina del Norte y
Delaware, por ejemplo, hace poco les dieron a estos salones de masajes la
categoría de negocios del campo de la salud, lo que implica que deben someterse
a inspecciones y satisfacer otros requisitos. Illinois, Nueva Jersey, Texas y
una docena de otros estados analizan regulaciones más estrictas para los
salones de masajes.
Los fiscales, por otro lado,
están enfocándose en los clientes que ponen comentarios en sitios como Yelp
sobre sus experiencias en estos salones.
En Seattle las autoridades
cerraron un portal llamado The Review Board y encausaron a decenas de personas,
incluidos clientes que hicieron comentarios y operadores de salones, por
delitos relacionados con la prostitución en el 2016.
Pero siguen funcionando portales
más grandes como Rubmaps, según activistas.
Para la ex trabajadora sexual
Jasmine Grace Marino, la solución es simple: Debe acabar la demanda de
servicios sexuales a cambio de dinero.
Esta mujer de 38 años, de New
Hampshire, dice que fue presionada a trabajar en salones de Connecticut y Maine
cuando era veinteañera por su novio de entonces, que pasó a ser su proxeneta.
Dejó ese negocio después de cinco años, escribió un libro sobre sus
experiencias y dirige Bags of Hope (Bolsas de Esperanza), un ministerio de
Boston que ayuda a mujeres que han sido víctimas de tráfico humano, tienen
problemas de adicción o son indigentes.
“Los hombres tienen que abordar
este tema”, dice Marino. “Miren a Robert Kraft. Es un millonario, ganó todos
esos campeonatos, pero no está satisfecho y tiene que satisfacer una necesidad
ilegalmente. Algo no
funciona con esta gente”.