Por Lito Santana
El día que Marquito cumplió sus 25 años, proclamó que lo iba a gozar por lo alto. Tenía dos meses preparándose para ese momento. Era un simple jornalero, pero desde muchachón decía que cuando cumpla “un cuarto de quintal”, iba a fiestar. No sabía cómo lo haría y en su mente se debatían varias posibilidades.
Pero decidió que al llegar “el día bendito” saldría en su motor para recorrer los campitos y beberse un pote o una cerveza en cada uno de los pequeños negocios de las comunidades cercanas. Y así lo hizo. Emprendió su ruta…un trago de ron aquí y una cerveza allí. En ese correteo le dieron las 12 de la noche y ya no sabía ni siquiera a dónde iría, ni qué bebía, ni con quién se juntaba. Por eso, cuando llegó al “Bar el Encanto” se acercó como pudo a la barra para pedir una cerveza. No había terminado de pagarla cuando sintió esos dos ojos que le quemaban la espalda. Se volteó y vio al fondo del negocito esas tres mujeres hermosas.
Dos de ellas conversaban alegremente, pero la otra sólo tenía ojos para él. Una simple seña de Marquito y ya estaban bailando en la pista. La muchacha era linda, de ojos grandes y pelo que le chorreaba por la espalda. La emoción de Marquito no se podía contener y daba los pasos más estrambóticos, jamás visto en una pista de baile. Pero algo le sorprendió.
En un momento, cuando la abrazó, la sintió más fría que un “block de hielo”. Y sus ojos, aunque seguían grandes parecían huecos, oscuros. Terminó de bailar y regresó a la barra. Pidió una cerveza para agradar a su pareja. Pero ella ya no estaba en la mesa. Aun así, le preguntó por la joven a las dos muchachas que seguían sentadas y sonrientes. Ellas se sorprendieron. “No, aquí no había nadie con nosotras”, le dijeron.
Por su insistencia por lo que vivió con esa dama en la pista, las chicas le contaron que no aguantaban la risa, pues él parecía un borracho o un loco, bailando solo y que en ningún momento tuvo pareja. Fue entonces que recordó el cuerpo yerto de esa mujer y sacó la terrible conclusión: “Ay mi madre, yo bailé con una muerta!