Por Ramón Alberto López
No podía creer lo que mis ojos estaban viendo en el día de hoy. Conducía mi vehículo por la emblemática avenida Enriquillo de esta ciudad, de sur a norte, y a los lejos veía cómo la vía turística estaba nublada de un polvillo blanquecino, el polvillo dejado por los camiones-volteos en la enajenación de nuestra riqueza mineral, el Carbonato de Calcio, o piedra caliza, como se le llama popularmente, aquella que los técnicos de la empresa minera dijeron que era una bendición del cielo.
De repente a los barahoneros les ha estallado en sus caras la cruda realidad de lo que los expertos y profesionales ambientalistas y de minería venían diciendo sobre el impacto negativo de las operaciones en Barahona de la minera de capital norteamericano, la Belfond Enterprise.
Decenas de barahoneros haciendo sus ejercicios físicos que a diario hacen para mantener sus cuerpos saludables, una cantidad mayor, simplemente paseaban y disfrutaban del hermoso atardecer de Barahona, otros conversaban sentados en el malecón, pero, todos sumergidos entre el ruido ensordecedor de grandes camiones cargados de calizas dejando estelas blanquecinas de un polvillo que al final les taparán los pulmones y formando un lodazal impropio de una ciudad cuya marca es el turismo.
Contaminación total y de las más dañinas por la rapidez de sus efectos. Una agresión inmisericorde y una indiferencia complaciente de las autoridades.
Barahoneros consultados han dicho que ya no hay nada que hacer, que el palo ya está dado, y que, a lo hecho, pecho, y que de las implicaciones de las operaciones de la Belfond Enterprise el barahonero común no sabe nada, pero otros, como el ingeniero Rafael Matos Féliz, han dicho que los barahoneros no van a quedarse cruzados de brazos en una situación en que, a mayor cantidad de dinero que recibe la Belfond, mayor será el costo social ambiental que deberá asumir la población.
Las operaciones de la minera es una afrenta para los barahoneros y arrodilla a un pueblo de valientes ante la prepotencia de una multinacional que con la complacencia de unos cuantos y la genuflexión de otros, parece sentir desprecio por nuestro pueblo.
Lo suyo es obtener sus casi US$200 millones de beneficios a cambio de cuarenta empleos, una inversión inicial de US$20 millones, y la destrucción de nuestros bosques, fauna, flora y el futuro de miles y miles de personas que dependen del agua que producen estas lomas, ubicadas desde la ciudad de Barahona, hasta el Municipio de Oviedo.
Siempre he dicho que quien visita nuestra ciudad y no va al malecón no ha venido a Barahona, pero ahora, no sé si seguir diciéndolo.